No podía creerme el informe que me trajo el detective que contraté para controlar a un trabajador que estaba de baja desde hacía ocho meses.El muchacho llevaba con nosotros más de tres años y nunca habíamos tenido ningún problema con él. Al contrario, pensábamos que estaba contento y nosotros le teníamos mucho aprecio. Al ser una empresa de limpieza familiar con pocos trabajadores, crees conocerlos a todos y confías en ellos.
Todo empezó con una baja por enfermedad. Llamó una mañana diciendo que tenía fiebre y no se encontraba bien. Luego la fue alargando diciendo que le tenían que hacer unas pruebas y finalmente se cogió una baja por depresión.
Vivimos en una ciudad pequeña y había gente que nos contaba que lo veían por ahí, incluso de copas o en algún concierto. Cuando le saludaban, les decía que el médico le había dicho que tenía que salir y divertirse, no quedarse en casa pensando en sí mismo.
Cuando ya me lo habían comentado varias personas, decidí tomar cartas en el asunto y contratar a un profesional. Cual fue mi sorpresa cuando a los pocos días me dice el detective que el chico se está preparando unas oposiciones en una academia y que el médico que le firma las bajas es un amigo suyo. El problema viene al despedirle, ya que hay que demostrar la baja fraudulenta y que vaya a un centro a recibir clases no indica nada.
Se lo dijimos a él antes de nada y con toda la cara del mundo nos dice que mientras está de baja puede hacer lo que quiera, no tiene obligación de quedarse en casa, lo que no deja de ser cierto.
Finalmente le despedimos, pero tuvimos que pagarle una indemnización por despido improcedente, lo que nos salió bastante más caro de lo que se merecía.
